viernes, 18 de marzo de 2011

tu sonrisa, la luna

Luego de un largo día, Tom se recuesta en su cama, solitario, para descansar por unas horas por más deplorable que le pareciera ese concepto. Para descansar tenía la muerte y es simple: no hay tiempo más vivo que el presente.
8.36 a.m., mientras concebía el sueño en sus neuronas, mientras su anatomía flotaba en ensueños anhelando una nueva y perfecta realidad, vuelve a escuchar aquel preciado (o tan odiado) timbre que llevaba a la puerta de su casa las noticias y a veces, algo más. Además, lograba despertarlo al tiempo justo. Aquel agudo, insistente y molesto sonido polifónico.

-Hola... Yo, sólo...-

Tom se queda paralizado con los ojos marrones y cansados, abiertos como platos. Su cabello disparatado y su vestimenta de pijamas, un extraño cosquilleo en el cuello.
Es Hollie, la chica que se aloja en sus sueños cada noche, la chica por quien dejaría de oir el timbre para despertar, la persona que más anhela ver. Hollie se encuentra en el porsche de su casa con su Bulldog Francés de ocho meses, Luke. Fue un regalo de Navidad de sus padres y al ser tan chillón pero tan bonito, a Tom le terminó gustando, así como a Hollie quien siempre fue una aficionada por los cachorros. El corazón de Tom late tan rapido que teme que Hollie lo oiga, o lo vea de algún modo. Revolea los ojos un instante, su mente flota hasta estar lúcida de que es ella.

-Yo...- balbuceó Hollie.
+Espera.- exigió.

Vacilaron unos minutos, mientras se encontraban en un estado de shock, oyendo sus voces, disfrutandolas, imantados a besarse y amarse pero negándose.

-No, Tom, tú espera. Debo decírtelo. Te he extrañado lo suficiente como para llegar aquí, al porsche de tu casa blanca y rústica en el medio de Birmingham sin saber qué hacer, o que decirte, pues son demasiadas las palabras que debo liberar hace mucho tiempo.
+¿Acaso me estás perdonando?
-No es un perdón, creo. Al menos no definitivo, Tom. Sólo se que te necesito, sin importar cuan lejos estemos, o cuantos engaños logremos a lo largo del tiempo, ¿eh? Necesito de tu esencia para ser feliz, te amo.

Se abrazaron y así permanecieron por un rato. La sensación de sus cuerpos juntos daba una sensación extraña, como un vaso de agua fresca en un día de verano. Tom podía aspirar el perfume que llevaba Hollie, no podía reconocerlo pero parecía alguna fragancia parisina.
Y allí se detienen, y Tom cruza sus brazos mirandola a los ojos para asegurarse de que aún no se ha ido, parece relajarse. Entonces siente como si presenciara un milagro, ya que lentamente alzan sus rostros para besarse, hipnotizados por la cantidad de recuerdos, mientras que en esos instantes es Hollie quien no desea nada más que estar allí.

+¿Pasas? -preguntó, señalando con ambas manos el camino hacia la puerta. Sus manos la guiaban hacia una puerta de madera clara con un picaporte interesante. Detrás de ella se hallaban miles de recuerdos dorados y fragmentos de vidas compartidas.

Luke, el Bulldog Francés de Hollie, que está sentado en el suelo intentando no tentarse a perseguir ningún ave, ladra un mundo de flores mientras imagina como se debora unos panqueques en el Restaurant de la otra cuadra. Aquel ladrido corto y agudo, cachorro aún pero bello, hace que ambos ingresen a la morada de Tom, a hacer vaya a saber alguien qué, a conocerse nuevamente, a unirse como siempre debían haberlo estado, sonriendo y riendo a escondidas.

-Sin dudas. Pero aún no te he perdonado.- respondió, riendo entre dientes.