lunes, 28 de marzo de 2011

tenía hambre de pastel y de AMOR

Bien.
Entonces están Harold y Penny sentados en el cordón de la calle. Las zapatillas blancas con pequeñas motas y las medias añejas, cansadas de tanto caminar y bañadas en lodo. Parecía como si un microscópico tornado hubiera herido aquellas medias que alguna vez fueron blancas. El cinturón de Harold, lentamente se desataba hasta tal punto que fue mordido por un perro. Su hebilla dorada parecía ser de cobre y de estaño por otras partes. La gorra roja que siempre llevaba, la había abrazado el viento para llevársela a una extraña galaxia. Harold mantenía sus rodillas sucias con puntitos rosas a la altura de la rótula, bien estiradas y aún asi cruzadas. Sus botitas de gamuza para él significaban crecer y crecer a cada paso. Pero también tenian cierta suciedad y mugre, cierta historia, ciertas motas que le daban más orgullo y diversión.
Por momentos imaginaba que una de ellas, formaba un perro.

-¿Qué crees de estos zapatos?- consultó Harold.
-Pues... yo creo que dicen mucho, ¿eh? -por un momento vaciló hasta unir su oración- Me refiero a tu vida, y a la mía también...- replicó.
Harold revolvía los recuerdos en su mente como en un baúl repleto de muñecos, con el fin de encontrar una pizca de aquello sobre lo que hablaba Penny. Una especie de pieza de razón que cerrara el glosario cuadrado. Rebuscaba entre los cabellos dorados y las hebillas de Penny, alguna idea que le diera cordura a su próxima oración. Pero aún no la encontraba.
Entonces sus mejillas se tornaron rosadas, sus ojos índigos dos luceros brillantes y lentamente sonrojado, movía sus dientecillos de arriba a abajo tan suave como una pluma y tan rápido como un pestañeo. Tenía hambre de pastel y de amor.

-Y yo... yo, ¿digo algo?- interrumpió los pensamientos de Penny sorprendiéndola. Sus rulos se voltearon para encontrar los ojos pardos y aperlados de Harold, con sus pecas, lunares y sus mejillas sonrojadas.
-¿Tú? ¿Cómo no me vas a decir algo? Tu miradilla me dice más de lo que crees.
Un silencio interrumpió su escena.
-Ahora, dime algo, Harold. ¿Tu me quieres?- consultó con franqueza.
-Claro que sí.