miércoles, 12 de enero de 2011

Reina

No eres la clase de muñecas enmarañadas que irrumpen en el último momento, ni de los corazones fundidos que se estremecen por sentir esa gran decepción en sus cavidades ya vacías cuando sostienen lágrimas sólo para no dejar huellas en cada fragmento de segundo, pero sabes que cada instante se rememora en un extraño codigo que presientes por el fuego en tus venas. Tiempo.
Es ahora cuando sabes que, en esta blanca y fantasmagórica ocasión, puedes hablar o callar para siempre. Tal vez sea por tu tímida y subliminal torpeza al decir hola de una manera aberrada o por la calidez que sentías en sus abrazos, quizás signifique que tus anhelos se aferren a una realidad en ese mínimo instante o que un manto de estrellas se fundan en una simple briza. O solo lo sientes, y tal vez sólo signifique nada.
Fantasma. Estás sola. Estás sola cuando deseas verlo detrás de la iglesia, encontrar su piel de porcelana usada, su belleza asombrosa ocupada aunque sabes que, en lo más profundo, su anhelo eres tú. Estás sola cuando sientes que estar en aquel rejunte de gente vestida de blanco y de traje en un enigmático lugar, es un mal que viene y va constantemente en tu cabeza. Gritas en el miedo a morir sola, tratando de reemplazar su robada inocencia.

- Lo siento.

Y el tiempo se detiene. No te sientes tan sola.
Su resplandor te sienta tan bien.