lunes, 27 de diciembre de 2010

confesión

A veces te sentís sola.

Sentís que la soledad está sentada en tu fría cama, viendo como te encerrás en una burbuja helada de sábanas arrugadas. Leyendo tus pensamientos absurdos. Sintiendo como te ahogás en sollozos vacíos sin razón.

Sentís que tu pecho se hunde, tu garganta se cierra, tus ojos lloran y no podés detener las lágrimas que se deslizan por tu barbilla mientras te aferrás a una sábana de la cual no se desprende ni un sentimiento, mientras que tu corazón ya está agotado de sentirse solo.

Sentís que un milagro debe suceder para que no llores, que tu alma está vacía de personas pero ahogada, abrumada en veneno prohibido cuando escuchas a un pobre perro que ladra a kilómetros de distancia en busca de alguien que le responda.

Al final del día, cuando escuchas alguna palabra o sentís que alguna vida está vagando alrededor tuyo, es cuando las saladas lágrimas se secan, tus ojos pueden ver alguna que otra estrella y descubres que tus venas bombean vida a cada segundo, es en ese momento cuando comienzas a sentirte a gusto con el sitio en donde estás sentada porque sabes que hay una bonita realidad cotidiana debajo de una horrible máscara.