martes, 26 de octubre de 2010

El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada.

Rodeas a todo el mundo con tus ojos. Me costará acostumbrarme a eso.
Porque, puede sonar estúpido, o tonto quizás... pero creo que a veces, sigo inundandome en ese divertido mar de inocencia que goza tu mirada. Con tu sonrisa, ocupada por cien razones que te apartan de mí, me rescatas de la realidad que a veces me hace daño. Tus suaves pestañeos son pequeños instantes en los que me encuentro a kilómetros de distancia estando tan cerca, me siento lejos, tan lejos como si cientos de continentes nos apartaran. Mis piernas y mi corazón, se desvanecen como polvo que el viento abrazará de una tierna manera en un fragmento de segundo, mientras que aparto mis ojos de aquellos que tanto admiro, sabiendo que nada será posible estando tan distantes, tu y yo.
Y, sería tan tonto pensar que, al cerrar los ojos, a veces aún recuerdo tu mirada a lo lejos, tan presente, con unos ojos tan claros como un cielo sin una sola nube... Eramos dos desconocidos, extraños, nada nos vincularía o nada me uniría a tu espíritu; desconocidos en busca de un simple sentimiento, conscientes de que no hay que soñar para que algún día nos abrace con amores de metal, indestructibles... Me tallaste a tu manera, o quizás yo me entregué segundos antes de volar, cuántos momentos tan confusos, pensando que nada ni nadie me separaría de todo aquello que me hizo admirarte... ¡Dos tontos que sus ojos buscaban, como si se conocieran desde hace años!
¿Cuando lograré separar esta parte de mi alma que me une a un sentimiento tan... confuso, profundo? Quizás fueron miles de palabras rosadas que hicieron que te hayas vuelto, en algún fragmento de mi vida, mi pasatiempo....
A veces, sólo a veces, se admitir que es difícil quitar de mí, ese mágico encanto que tienes simplemente en tu mirada; intacto como el rocío de un amanecer, que poco a poco se va desvaneciendo...